domingo, 30 de enero de 2011

EL ORDENADOR






CAPERUCITA


Es esta la historia de una niña muy buena que, precisamente por eso, por ser muy buena, consiguió -por fin- que en su cuarto le pusieran un ordenador personal ¡con conexión ADSL!
Su nombre y apellidos no vamos a decirlos aquí, claro. Así que para nombrarla usaremos el nick que ella misma pensó utilizar para chatear con las amigas: Caperucita (como una modelo que aparecía en un anuncio de perfume que en Navidad ponían en la tele a todas horas).
El mismo día en que se lo instalaron, su mamá, quizá para demostrarse a sí misma que había hecho una buena compra, le hizo este encargo: “ya que ahora te vas a meter en eso de Internet (para su madre se trataba, efectivamente, de “eso de internet”… y no sentía mucho interés por conocer la red) quiero que mandes unos cuantos correos electrónicos. Algunos clientes de la tienda me han ido dejando sus direcciones y yo, la verdad, me lío con estas cosas. Así que manda a cada cliente lo de las ofertas del mes. Mira, así ahorramos en sellos, ¿no?”
Y la mamá le dio una lista de direcciones electrónicas que los mismos clientes le habían escrito a su madre en las facturas… Desde luego, esta madre suya era todo menos tecnológica. Qué razón tenía -nuestra Caperucita- al insistir en que el ordenador debía estar en su cuarto. ¿Para qué lo querían en el salón, como les aconsejó la profesora, si sus padres no iban a usarlo? Hace unos meses, cuando empezó su lucha por convencerlos de que necesitaban la línea en casa, les dijo que así podrían tener cuenta en facebook, tuenti, twiter y lo que quisieran… y ellos le respondieron que eso no valía para nada. ¡Mucha tele es lo que tienen estos mayores!
Bueno, pues por fin Caperucita abrió sus cuentas: la de correo, caperucita@red.lob, para los encargos de mamá; y la buena, la del tuenti, como ya tenían “todos los de mi clase menos yo”.
Ya hemos dicho que era muy buena. Obediente también, porque nadie le había dicho que no chateara y navegara de aquí para allá mientras estaba en la red, así que lo hizo sin desobedecer a nadie. (Porque ella sí cumplía perfectamente lo que le decían: no andar por la calle sola en sitios raros, no hablar con desconocidos, no fiarse de las apariencias… Pero ahora no estaba en la calle, estaba en casa).
Entre correo y correo y mensaje y mensaje, recibió uno que le hizo gracia:
-Dnd vas Cprct?
Y se apresuró a contestar:
-Estoy mandando unos correos y, de paso, chateo un poco. ¿Quién eres?
-Soy 1 amiga. K correos mandas?
-Unos de la tienda de mi madre. Es un poco rollo.
-Si quieres, t puedo ayudar.
-D verdad?
-Pues claro, para eso están las amigas.
Caperucita estaba muy contenta, más por haber hecho una misteriosa nueva amiga que por pensar que iba a acabar antes lo que le había pedido su madre.
-Cómo te llamas?
-Ya lo ves. Me llaman Abuelita.
-Ja! Eres vieja?
-No. Es que doy consejos, ayudo, y eso… Como las abuelitas. Tú, ¿cuántos años tienes?
-11.
-Yo 12. ¿Dnd vives y a k cole vas?
-Cuántas preguntas haces.
-Son para conocerte mejor.
Y Caperucita respondió. A esas y a más preguntas que la “abuelita” le iba haciendo…

¿Cómo sigue el cuento? Acábalo tú. No hará falta que te dé la pista de que aquella amiga, además de “abuelita”, en otras ocasiones usaba también el nick “lobo feroz”… ¿Pondrás a la historia un final feliz, con un cazador que pasaba por allí? ¿O llevarás este encuentro en el bosque de la red a un final de tragedia?




NATI DEL CASTILLO