domingo, 25 de diciembre de 2011

BENDICIÓN




BENDICIÓN DE LA MESA





Señor, en una noche como ésta, hace ya tiempo, quisiste venir como un niño, con nombre y apellidos, en medio de los niños más pobres de la tierra. Cuando creciste, hablaste de cosas muy buenas, y dijiste que ya nadie es pobre, porque es hijo de Dios. Nosotros nos hemos reunido para cenar aquí hoy. Llevamos mezclada con nuestra alegría, los disgustos y las penas de todo el año.
Por ello queremos que bendigas nuestra mesa para que nos llenes de tu amor y de tu paz. Te pedimos hoy, que queremos que el mundo sea como una gran familia: sin guerras, sin miseria, sin drogas, sin hambre y con más justicia.
¡Jesús recién nacido!, que hoy en esta casa , acojamos tu palabra de perdón y de amor. Consérvanos unidos. Danos pan y trabajo durante todo el año. Danos fuerza y ternura para ser hombres de buena voluntad. Señor, sé bienvenido a esta casa, hoy y siempre.


Una canción







Belén de Lumbier

http://www.youtube.com/watch?v=q6p9WH6ZW9Y




jueves, 10 de noviembre de 2011

PARABOLA

LA PARÁBOLA del BUEN EDUCADOR (Lc. 10, 25-37)


Adaptación
En aquel tiempo el Señor Jesús estaba a la puerta de un lujoso hotel donde se desarrollaba un congreso sobre educación. Y sucedió que, habiendo terminado las conferencias de ese día, comenzaron a salir los expertos e invitados especiales. Jesús reía de buena gana con tres niños que bailoteaban a su alrededor ante el disgusto de algunos de sus discípulos.
Entonces, un doctor en Pedagogía, que reconoció a Jesús, decidió ponerlo a prueba, un poco por curiosidad y otro poco por vanidad ante sus colegas.
Así, se acercó a Jesús y le dijo:
― “¿Maestro, qué tengo que hacer para ser un buen educador?”
Jesús le preguntó, a su vez::
― “¿Qué está escrito en los libros de tu ciencia?”
­― “Respeta la etapa evolutiva del alumno, incentiva en el alumno el deseo de aprender y evalúa al alumno con justicia” – recitó el doctor en Pedagogía provocando un murmullo de aprobación de los presentes.
― “Has respondido exactamente” – le dijo Jesús - , “obra así y alcanzarás la vida eterna por el camino de la docencia.”
Pero el doctor en Pedagogía, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta:
― “¿Y quién es mi alumno?”
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió:
Un joven concurrió a la escuela durante algún tiempo, los días pasaban y el joven solo veía crecer dentro suyo una sensación de agobio y extrañeza ante todas las propuestas que se le hicieran. El vínculo con sus docentes se deterioraba día a día, ya sea por la falta de sentido en las ofertas que se le hacían, ya sea por la dificultad enorme que enfrentaba cada vez que se le hablaba “en chino básico” o por lo desconectado que le resultaba el ambiente de la escuela con respecto a su realidad cotidiana.
Un día se cansó de estar encerrado entre esas cuatro paredes, se cansó de los gestos que muchas veces solo lo humillaban, se cansó de tantas palabras que le auguraban un futuro luminoso que sin embargo ignoraban la oscuridad de su presente, se cansó también de esas dinámicas que le negaban protagonismo. Entonces salió de la escuela, se colocó los auriculares de su walkman, se dispuso a pasar el tiempo haciendo nada y, aturdido, como herido de muerte en su esperanza, se sentó al costado de la vida… su vida… a verla morir de a poco.
Ocurrió entonces que pasaron dos altos funcionarios del Ministerio de Educación y comentaron casi al unísono:
― “¡Cuántas personas desaprovechan su tiempo!, en este país donde la igualdad de posibilidades es un hecho, esta gente es una afrenta. Muy mal hace este panorama a nuestra estadísticas”
Y mirando al joven lo recriminaron diciéndole:
― “¡Deja ya de aturdirte! Buscaremos en algún momento alguna legislación que atienda tu caso pero mientras tanto , como sea, debes regresar a la escuela”
El joven, por supuesto, no escuchaba, pero comprendió por la adustez de sus rostros que lo estaban retando, se recostó sobre la vereda y cerró sus ojos.
Los dos funcionarios prosiguieron su camino rápidamente sin advertir que tras ellos venían tres docentes que acababan de terminar su curso de capacitación sobre problemática socio-educativa en contextos de exclusión.
Al ver al joven y su actitud de abandono, comentó uno de ellos:
― “Típica consecuencia de un sistema educativo que excluye a los jóvenes, no se hace mas que replicar las dinámicas típicas del sistema victimizando a las clases marginales” dijo el primero.
― “Así es, la práctica escolar otorga significado a la cultura dominante, aumentando la brecha ante los oprimidos, que abandonan la escuela porque no hallan en ella los valores de su propia cultura popular”, completó el segundo, sin tomarse un respiro (tal era la sobrecarga de ansiedad que le provocaba poder expresar con tanta claridad su comprensión del hecho que observaba)
El tercero, no sólo asistió a lo dicho, sino que se sintió obligado a agregar:
― “...lo que provoca un deterioro en la autoestima que, a su vez, genera una crisis de identidad… ¡todo un problema complejo colegas!”.
Satisfechos por poder explicar la situación de este joven devenido en objeto de estudio, prosiguieron su marcha.
Al rato, pasó por allí una maestra que casi se tropieza con el cuerpo del muchacho. Venía ensimismada recordando que la directora de la escuela, donde trabajaba doble turno, le había llamado la atención por el atraso en la entrega de sus planificaciones y carpeta didáctica. Además, grave error, no había elaborado las expectativas de logro, concordantes con el Proyecto Curricular, que se desprende del Proyecto Institucional, acordado en reunión con los Padres más lúcidos de la Comunidad Educativa. En la prolija carpeta, donde tan importante documento se guardaba para mostrar al inspector apenas visitara la escuela, sólo faltaba su aporte.
De nada sirvió que dedicara tiempo extra a Ricardito, que, con sus 12 años, se hacía cargo de tres hermanos más pequeños mientras la mamá trabaja de mucama para mantener el hogar. De nada sirvió que entregara un proyecto de trabajo solidario para colaborar junto a sus alumnos con un comedor comunitario que se estaba armando en la Parroquia del barrio.
Su primera reacción, ante el joven tirado en la vereda, fue de perplejidad. Sintió que no tenía una respuesta adecuada para él. Le pasaba esto a menudo; por eso le gustaba ser maestra. La perplejidad la impulsaba a aprender.
Se sentó al lado del joven, le retiró el auricular de la oreja izquierda y se dispuso a escuchar la misma música que él a través de su oído derecho.
El final de la cinta fue la ocasión para que nuestra maestra le extendiera su mano al joven; lo miró en silencio y con un ademán lo invitó a caminar. La sencillez del gesto y la serenidad de la mirada vencieron toda resistencia. Eran muchas las heridas que habían dejado en el alma de aquel joven aquellos que le robaron la ilusión, así que la maestra tuvo que cargarlo sobre su propia esperanza. Comenzó a explicarle cuál era su razón de vivir, los valores que daban sentido a su existencia, bastante complicada por cierto y descubrió la enorme potencia que tenía la pedagogía de la ternura puesta en juego en este encuentro con el joven.
El joven, que había comenzado a caminar con apatía, poco a poco sintió que ardía su corazón al escuchar las palabras de esta maestra. Paulatinamente se alejaron de las calles céntricas y el suburbio los atrapó en un abrazo de sol de tardecita, calles de barro, olorcito a pan caliente y sonidos de encuentro fraterno del pueblo.
Al llegar a una encrucijada de caminos se encontraron con una escuela. La maestra conversó con las autoridades de la misma y les dijo antes de partir:
― “Tengan con él un poco de paciencia porque su alegría todavía está convaleciente, su esperanza aún está cicatrizando, por lo tanto sus deseos de aprender sólo hablan en voz baja. Enséñenle con ternura, ayúdenlo a descubrir su propio poder, ese que brota de lo hondo y, si algo no entendiera, cuando vuelva yo a pasar se lo explicaré personalmente”.
Terminado el relato, Jesús le preguntó al doctor en Pedagogía,
― “¿Quién te parece que se comportó como educador del joven herido?”.
El doctor contestó:
― “El maestro que pasó en último término. Supo hacerle compañía, le regaló primero su silencio y luego su palabra, y entabló con él un compromiso: compartir la esperanza”.
Y Jesús le dijo:
― “Ve y procede tú de la misma manera”.


Procedencia:www.salesianoslitoral.org.ar/.../10-parabola_del_buen_educador.doc

martes, 10 de mayo de 2011

AUTISMO


1. Soy primero y fundamentalmente un niño: Tengo autismo. No soy “autista”. Mi autismo es sólo un aspecto de mi naturaleza. No me define como persona. ¿O eres una persona con pensamientos, sentimientos y muchos talentos, o solamente gordo, miope (usas gafas) o torpe (malo para deportes)? Puede que eso sea lo primero que yo vea cuando te conozca, pero no representa necesariamente lo que eres tú.
Como adulto, puede que tengas algo de control sobre la manera en que te autodefines. Si lo deseas, puedes resaltar una característica especial. Pero como niño, yo, aún me estoy desarrollando. Ni tú ni yo sabemos de lo que seré capaz más adelante. Definirme por una sola característica corre el riesgo de que tengas expectativas demasiado bajas para mí. Y si siento que tú no crees que pueda lograr algo, mi respuesta natural será ni siquiera intentarlo.

2. Mis percepciones sensoriales están trastornadas. La integración sensorial debe ser el aspecto más difícil de entender sobre el autismo, pero es quizás el más importante. Significa que las cosas comunes y corrientes que uno ve, oye, huele, saborea y toca cada día y que muchos ni notan, para mí pueden ser incluso dolorosas. Muchas veces siento que incluso el ambiente en el que tengo que vivir es hostil.
Puedo parecer retraído o agresivo pero en realidad sólo estoy tratando de defenderme.
Mira como un simple viaje al supermercado puede resultarme un infierno: mi oído puede ser extremadamente agudo. Docenas de personas están hablando al mismo tiempo. Los altavoces dan los especiales del día. La música de fondo gime por el sistema de sonido. Las cajas registradoras silban y tosen, y un molino de café hace gárgaras. La máquina que corta la carne chilla, los bebés lloran, las carretillas rechinan, las luces fluorescentes vibran. ¡Mi cerebro no puede procesar toda esta información y estoy sobrecargado! Mi sentido del olfato puede ser muy sensible. El pescado en la sección de carnes no está muy fresco, el tipo que está al lado de nosotros no se bañó hoy, en la charcutería están ofreciendo muestras de salchichas, el bebé que está más adelante en nuestra fila tiene el pañal sucio, están limpiando el piso en el pasillo 3 con amoniaco… no puedo organizar todo esto. Tengo una náusea horrorosa. Porque me oriento visualmente (más sobre este tema más adelante), éste puede ser el sentido que primero se sobreestimule. La luz fluorescente no solo es demasiado brillante, sino que hace ruido al vibrar. El local parece latir y me duelen los ojos. Esta luz pulsante rebota por todos lados y distorsiona lo que veo, el espacio parece cambiar constantemente. Me deslumbra la luz de las ventanas, hay demasiados objetos que enfocar (puede que compense con mi “visión de túnel”), los ventiladores dan vueltas en el techo, demasiados cuerpos están en constante movimiento. Todo esto afecta mis sentidos vestibular y propioceptivo, y ahora ya no sé ni dónde está mi cuerpo en el espacio.

3. Por favor, recuerda distinguir entre “no lo voy a hacer” (porque decido no hacerlo) y “no lo puedo hacer” (porque no soy capaz de hacerlo). El lenguaje receptivo y perceptivo y el vocabulario son un gran desafío para mí. No es que no escucho las instrucciones; es que no te comprendo. Cuando me gritas desde el otro lado de la habitación, esto es lo que oigo: “*&^%$#, Juan. #$%^&%$*…”. Más bien, ven a hablarme directamente con palabras sencillas: “Por favor pon el libro en tu escritorio, Juan. Es hora de ir a almorzar”. Esto me explica qué quieres que haga y qué va a suceder después. Ahora me resulta más fácil obedecerte.
4. Soy un pensador concreto. Esto significa que interpreto el lenguaje literalmente. Me confundo mucho cuando me dices: “Te vas a morir de frío si no te pones un abrigo” cuando lo que me quiere decir es “Hace frío, ve a ponerte un abrigo”. No me digas “comes como un pajarito”, porque en mi mente me veo acercando la cabeza al plato a agarrar la comida con la boca. No entiendo los modismos, los refranes, los dobles sentidos, las inferencias, las metáforas, las alusiones ni el sarcasmo.

5. Por favor ten paciencia con mi vocabulario limitado. Me resulta difícil expresarte lo que necesito cuando no sé las palabras para describir mis sentimientos. Quizás tengo hambre, estoy frustrado, asustado o confundido pero en este instante esas palabras están más allá de lo que puedo expresar. Fíjate más bien en mi lenguaje corporal, mi retraimiento, mi agitación u otras señales de que algo anda mal. O, por otro lado: puede que suene como un “pequeño profesor” o un artista de cine, hablando sin parar o recitando parrafadas demasiado sofisticadas para mi edad. Éstos son mensajes que he memorizado del mundo que me rodea para compensar por mi déficit de lenguaje porque sé que se espera que conteste cuando me hablan. Estos textos aprendidos pueden venir de libros, televisión, cosas que escucho a otros decir. Se llama “ecolalia”. No entiendo necesariamente el contexto o la terminología que estoy usando; sólo sé que me salva de quedarme callado cuando se espera que responda algo.

6. Debido a que el lenguaje me resulta tan difícil, me oriento visualmente. Por favor, muéstrame cómo hacer las cosas en lugar de solo decírmelo. Además, por favor, prepárate para repetir muchas veces lo que me enseñas. Lo que me ayuda a aprender es la repetición consistente. Un horario visual me resulta extremadamente útil durante el transcurso del día. Igual que tu agenda, a mí me quita el estrés de tener que recordar qué tengo que hacer después, me permite una transición suave entre actividades, me ayuda a manejar mi tiempo y a responder a tus expectativas. Cuando crezca, no voy a perder la necesidad de un horario visual, pero mi “nivel de representación” puede cambiar.
Antes de aprender a leer, necesito un horario visual con fotos o dibujos sencillos.
Cuando me haga mayor, una combinación de palabras e imágenes servirá, y más adelante, sólo palabras.

7. Por favor, concéntrate en lo que puedo hacer y no en lo que no puedo hacer. Como cualquier otro ser humano, no puedo aprender en un ambiente donde constantemente me hacen sentir que no soy suficientemente bueno y que necesito que me “arreglen”. Por eso evito tratar de hacer cosas nuevas cuando estoy casi seguro de que me van a criticar, así sean críticas “constructivas”. Busca mis fortalezas y las vas a encontrar. Existe más de una manera “correcta” de hacer la mayoría de las cosas.

8. Por favor, ayúdame con mis interacciones sociales. Puede parecer que no quiero jugar con otros niños en el parque infantil, pero a veces es que simplemente no sé cómo iniciar una conversación o ponerme a jugar con otros niños. Si les dices a otros niños que me inviten a jugar fútbol o baloncesto, puede que me ponga feliz de ser incluido en el juego. Me desenvuelvo mejor en juegos estructurados que tienen un comienzo y un final. No sé como “leer” expresiones faciales, lenguaje corporal o las emociones de los otros, así que aprecio que me entrenen en la forma de responder en situaciones sociales. Por ejemplo, si me río cuando Emily se cae del tobogán en el parque, no es que piense que es chistoso. Es que no sé cómo responder. Enséñame a preguntar: “¿Estás bien?”

9. Trata de identificar qué desencadena mis rabietas. Los berrinches, pataletas, rabietas o como quieras llamarlos son incluso más horribles para mí que para ti. Me ocurren porque uno o más de mis sentidos está sobrecargado. Si puedes determinar por qué me dan rabietas, se las puede prevenir. Lleva un diario donde anotas la hora, el lugar, la gente y la actividad. Puede que esto revele un patrón de comportamiento. Trata de recordar que toda conducta es una forma de comunicación. Te dice, cuando mis palabras no lo pueden hacer, cómo percibo algo que está sucediendo en mi entorno. Los padres deben recordar también que un comportamiento persistente puede tener una causa médica. Las alergias e intolerancia a algunos alimentos, los trastornos del sueño y los problemas gastrointestinales pueden tener profundos efectos en el comportamiento
10. Ámame incondicionalmente. Elimina pensamientos como, “Si tan sólo él…” y “Por qué ella no podrá…”.
Tú no llegaste a la altura de cada una de las expectativas que tus padres tuvieron para ti, y no te gustaría que te lo estuvieran recordando constantemente. Yo no escogí eso de tener autismo. Pero recuerda que esto me está pasando a mí, no a ti. Sin tu apoyo, tendré muy pocas posibilidades de convertirme en un adulto autosuficiente y exitoso. Con tu apoyo y asesoramiento, las posibilidades mejoran más de lo que tú te imaginas. Te lo prometo, valgo la pena. Y finalmente, tres palabras: paciencia, paciencia, paciencia.
Esfuérzate por considerar mi autismo como una capacidad distinta y no como una discapacidad. Mira más allá de lo que ves como limitaciones y aprecia los regalos que me ha dado el autismo.
Puede ser cierto que sea pésimo para mirar a los ojos o para conversar, pero ¿te has dado cuenta de que no miento, no hago trampa en los juegos, no me chivo de mis compañeros de clase ni juzgo a las demás personas?
También es verdad que no voy a ser el próximo Michael Jordan. Pero con mi atención a los detalles y mi extraordinaria capacidad de concentración, puede que sea el próximo Einstein… o Mozart… o Van Gogh.
Muchos creen que ellos tenían autismo también.
La cura de la enfermedad de Alzheimer, el enigma de la vida extraterrestre… ¿qué futuros logros serán posibles para los niños de hoy con autismo, niños como yo?
Todo lo que yo puedo llegar a ser no sucederá sin que tú seas mi fundamento.
Sé mi defensor, sé mi amigo y veremos hasta dónde puedo llegar.

jueves, 10 de marzo de 2011

domingo, 30 de enero de 2011

EL ORDENADOR






CAPERUCITA


Es esta la historia de una niña muy buena que, precisamente por eso, por ser muy buena, consiguió -por fin- que en su cuarto le pusieran un ordenador personal ¡con conexión ADSL!
Su nombre y apellidos no vamos a decirlos aquí, claro. Así que para nombrarla usaremos el nick que ella misma pensó utilizar para chatear con las amigas: Caperucita (como una modelo que aparecía en un anuncio de perfume que en Navidad ponían en la tele a todas horas).
El mismo día en que se lo instalaron, su mamá, quizá para demostrarse a sí misma que había hecho una buena compra, le hizo este encargo: “ya que ahora te vas a meter en eso de Internet (para su madre se trataba, efectivamente, de “eso de internet”… y no sentía mucho interés por conocer la red) quiero que mandes unos cuantos correos electrónicos. Algunos clientes de la tienda me han ido dejando sus direcciones y yo, la verdad, me lío con estas cosas. Así que manda a cada cliente lo de las ofertas del mes. Mira, así ahorramos en sellos, ¿no?”
Y la mamá le dio una lista de direcciones electrónicas que los mismos clientes le habían escrito a su madre en las facturas… Desde luego, esta madre suya era todo menos tecnológica. Qué razón tenía -nuestra Caperucita- al insistir en que el ordenador debía estar en su cuarto. ¿Para qué lo querían en el salón, como les aconsejó la profesora, si sus padres no iban a usarlo? Hace unos meses, cuando empezó su lucha por convencerlos de que necesitaban la línea en casa, les dijo que así podrían tener cuenta en facebook, tuenti, twiter y lo que quisieran… y ellos le respondieron que eso no valía para nada. ¡Mucha tele es lo que tienen estos mayores!
Bueno, pues por fin Caperucita abrió sus cuentas: la de correo, caperucita@red.lob, para los encargos de mamá; y la buena, la del tuenti, como ya tenían “todos los de mi clase menos yo”.
Ya hemos dicho que era muy buena. Obediente también, porque nadie le había dicho que no chateara y navegara de aquí para allá mientras estaba en la red, así que lo hizo sin desobedecer a nadie. (Porque ella sí cumplía perfectamente lo que le decían: no andar por la calle sola en sitios raros, no hablar con desconocidos, no fiarse de las apariencias… Pero ahora no estaba en la calle, estaba en casa).
Entre correo y correo y mensaje y mensaje, recibió uno que le hizo gracia:
-Dnd vas Cprct?
Y se apresuró a contestar:
-Estoy mandando unos correos y, de paso, chateo un poco. ¿Quién eres?
-Soy 1 amiga. K correos mandas?
-Unos de la tienda de mi madre. Es un poco rollo.
-Si quieres, t puedo ayudar.
-D verdad?
-Pues claro, para eso están las amigas.
Caperucita estaba muy contenta, más por haber hecho una misteriosa nueva amiga que por pensar que iba a acabar antes lo que le había pedido su madre.
-Cómo te llamas?
-Ya lo ves. Me llaman Abuelita.
-Ja! Eres vieja?
-No. Es que doy consejos, ayudo, y eso… Como las abuelitas. Tú, ¿cuántos años tienes?
-11.
-Yo 12. ¿Dnd vives y a k cole vas?
-Cuántas preguntas haces.
-Son para conocerte mejor.
Y Caperucita respondió. A esas y a más preguntas que la “abuelita” le iba haciendo…

¿Cómo sigue el cuento? Acábalo tú. No hará falta que te dé la pista de que aquella amiga, además de “abuelita”, en otras ocasiones usaba también el nick “lobo feroz”… ¿Pondrás a la historia un final feliz, con un cazador que pasaba por allí? ¿O llevarás este encuentro en el bosque de la red a un final de tragedia?




NATI DEL CASTILLO